La lesión afecta a la epidermis, y todo el espesor de la dermis, pudiendo alcanzar el tejido subcutáneo. El signo clínico clásico es la escara, aunque, según el mecanismo de acción y el tiempo transcurrido desde el accidente, el aspecto de las mismas puede ser blanco o carbonáceo. Son indoloras, por la completa destrucción de las terminaciones nerviosas. Son subsidiarias de un tratamiento quirúrgico precoz, y la curación no se da espontáneamente, sino que precisa del aporte de tejidos mediante técnicas de cirugía plástica.